Atravesé la frontera de México. Ya hace varios días.
Después de cruzar los Estados Unidos de Norte a Sur.
En un largo silencio.
Necesitaba digerir. Digerir lo que yo veía.
La pobreza. Fuera de los caminos trillados.
En el campo más profundo. Mucha pobreza.
Hogares abandonados, caravanas en descomposición en medio de lotes baldíos, moteles destartalados donde familias enteras viven con un microondas y una mini-nevera, sus únicas herramientas para sobrevivir.
Para muchos, los remolques en medio de la nada y los moteles al borde de las autopistas se han convertido en una opción de estilo de vida. Ciertamente, la tierra lejos de los centros urbanos es asequible, me dicen, pero cuando uno le añade los costos de la electricidad, del agua, del teléfono, de la salud, de la educación, hay muchos que no logran llegar a fin de mes.
¡PARA QUE AMÉRICA VUELVA A SER GRANDE! ¡Todavía falta mucho!
Afortunadamente, mucha gente no cae en la trampa y trata de cambiar las cosas.
Es el caso de Rachel y Cisco, que me recibieron durante varios días en su linda casa, en medio del bosque en las montañas de Vermont, cerca de Hinesburg.
Una estadía tranquila y apacible, mientras el Huracán Florence se desata en las Carolinas.
Conocí a Rachel Smolker en la Asamblea General de la Coalición Mundial por los Bosques y en la Segunda Conferencia Mundial sobre la Conservación comunitaria en paralelo a las reuniones de la Convención sobre Diversidad biológica (CDB) de las Naciones Unidas, el pasado julio en Montreal.
Rachel ha construido su trayectoria como activista con base en su formación de bióloga y una sólida experiencia de campo donde ha podido apreciar el delicado equilibrio entre las necesidades de las poblaciones y los sistemas ecológicos de los que dependen.
Organizadora de la red Energy Justice Network y activista de la coalición Climate Justice Now, entre otros, Rachel co-dirige actualmente la organización Biofuelwatch y, mientras me recibía en su casa, ella estaba en pie de lucha, preparando el lanzamiento del último estudio de Biofuelwatch: "Las falsas promesas de los biocombustibles celulósicos" (sólo en inglés), y un seminario web donde presentaría los aspectos más destacados de lo que puede considerarse una solución falsa para enfrentar el cambio climático.
Cambiar el mundo es definitivamente el trabajo de toda una vida.
La batalla es de cada momento y se desarrolla en todos los niveles.
Para Rachel, no sólo se trata de investigar y denunciar los impactos de la bioenergía en el territorio, los bosques, la biodiversidad, los alimentos, las poblaciones y el clima, sino que ella también actúa en su entorno inmediato: proteger el Parque Geprags al crear un movimiento ciudadano para bloquear la construcción del gasoducto Vermont Gas Systems (VGS), por ejemplo, una subsidiaria de Gaz Métro cuyo polémico proyecto fue defendido con uñas y dientes por la CEO de esta empresa de Quebec; o intentar disuadir a un promotor inmobiliario que quiere rasurar el bosque que está al lado de su casa, para "desarrollar" un conjunto residencial.
Es la suma de tales acciones directas, enraizadas en la vida cotidiana, lo que puede crear un movimiento amplio, capaz de contrarrestar la injusticia social y climática, y transformar el orden establecido.
Aquí es donde el proyecto de Henry y su grupo en Marshfield, VT, pueden marcar la diferencia. Rachel me propone ir a conocerlos.
«160 acres de tierra, eso es lo que tenemos aquí, frente a nosotros», dice Henry, amigo de Rachel. «¡El desafío ahora es definir lo que vamos a hacer con esto ! »
"Muchos de nosotros hemos estado trabajando durante mucho tiempo tratando de iniciar un Centro de formación para los activistas de base que en su mayoría este haciendo acción directa, que es de donde venimos nosotros. Pero hemos empezado a sentir que el atajo de la acción directa, aunque reconozcamos su utilidad, también es inadecuado en cierta medida para construir realmente un movimiento de masas. De eso se trata este proyecto: crear un espacio donde encontremos las herramientas para fomentar un cambio de sistema. »
"Estamos tratando de despertar el interés del movimiento obrero y otros grupos de base militantes que poseen más esas habilidades. Cuando buscamos que las personas se interesen en su vivienda, su trabajo, su servicio de basura, estamos hablando de un modelo de organización bien específico. Pero si estamos tratando que la gente piense en el gran cambio, incitar a la revolución y hacerles ver a largo plazo, y que se den cuenta que las perspectivas son oscuras y que la satisfacción de necesidades básicas está en peligro, pues no hay de otra que entrarle a un revolcón de la economía y la política, y esto requiere otro tipo de habilidades. »
«A corto plazo, estamos pensando en convertir este antiguo establo de producción de leche en un lugar donde 200 personas puedan reunirse y capacitarse. O sea, la explicación explícita de este lugar, en el espíritu de la escuela popular de los Highlander en Tennessee, es tratar de ofrecer un lugar abierto para que las personas involucradas en la organización de movimientos masivos vengan y pasen tiempo juntos, y revisen las tácticas y estrategias que quizás se hayan olvidado, y repensar qué y cómo se va a hacer el trabajo. »
«Por ejemplo, hemos estado haciendo mucha acción artística directa, arte político de protesta, trabajo con jóvenes, acciones climáticas... Y de hecho necesitamos reactivar más acción climática aquí en Vermont! El retrato de la situación es que en los últimos 2 años nada se ha movido en la legislatura; y es hora de poner las zanahorias de nuevo en la tierra y sacar el palo. Tenemos unos objetivos climáticos de mierda en el estado de Vermont: 90% de energías renovables para 2050, como si a nadie le importara. Y no es que estemos en el buen camino para alcanzar la meta. Estamos ante una trayectoria de mierda. Por lo tanto, es tiempo de volvernos a levantar y sacudir a esta gente - pues el concepto de la crisis no les entra en la cabeza- y llevar ese proceso por un buen rumbo. »
«La gente siempre está buscando un espacio, una biblioteca, una sala donde puedan tener una reunión, y un jardín para poder cultivar, realizar proyectos de arte, y tal vez tener la oportunidad de reservar la cabaña y cuadrar una cita la semana que viene, y que se vaya dando aquí algún tipo de fermento de justicia social ... »
¿Son mis reuniones en Marshfield una premonición? Es posible. Porque si hay una cosa en común entre los megaproyectos de explotación de los recursos que habré visitado en el territorio estadounidense, es que ciudadanas y ciudadanos extra-ordinarios se están oponiendo y es mediante acciones directas no violentas que logran que su voz sea escuchada.
Estas personas no se mueven por la ideología, pese a lo que digan sus detractores, sino actúan para mantener y mejorar su entorno inmediato, simplemente.
Para proteger su ecología, en toda la densidad y amplitud de esa palabra.
El estado de Nueva York es considerado por algunos como uno de los precursores de la lucha contra el cambio climático al decidir salir de la era del carbón y prohibir la explotación del gas natural mediante fracturación hidráulica.
Ubicada en la orilla del lago Cayuga, cerca de Lansing, Nueva York, la Central eléctrica de Cayuga ha sido suspendida temporalmente. Pero acaba de volver a la vida, cuando el proyecto para convertir una de sus dos calderas de carbón en gas natural fue reactivado.
Constituye una muy mala idea, afirman los residentes de la región y varios grupos ambientales, entre ellos Mothers Out Front, Food & Water Watch, y el Sierra Club, quienes lanzaron hace poco la campaña "No Fracked Gas Cayuga".
Con el gas natural, seguimos amplificando el modelo de combustibles fósiles, nocivos para el medio ambiente. Resulta inaceptable lo de estimular las actividades de fracking en los estados vecinos, fomentar el desperdicio de miles de litros de agua y profundizar la deforestación para facilitar el paso de nuevos oleoductos. Representa una falsa solución.
Una hermosa mañana del año 2016, Ellen y Elise Gerhart se despiertan con el sonido de las motosierras. La compañía de petróleo y gas Sunoco se propone abrile camino a su segundo oleoducto justo en el bosque detrás de su casa. La compañía afirma que tiene toda la libertad para actuar ya que la tierra de la familia Gerhart cae ahora en el dominio público, dado que su gasoducto es de utilidad pública.
La familia Gerhart no lo escucha de esa manera y está librando una batalla en todos los frentes. Dignos de los mejores ejemplos de desobediencia civil, madre e hija deciden establecer un campamento en los árboles en la mitad del camino del futuro oleoducto. Están en su casa, después de todo. Llamado Camp White, el bloqueo durará varias semanas hasta que se intrometa la justicia. Cuando hay mucho dinero involucrado, la ley a menudo está del lado de los poderosos.
Aún así, la acción de acampar en los árboles ha inspirado a más de uno, como lo podemos constatar viendo la batalla que actualmente se libra en los Apalaches contra el oleoducto de Mountain Valley.
En Huntingdon, a pesar de los arrestos, la demanda contra Ellen Gerhart, y el continuo hostigamiento de Sunoco, la resistencia hoy continúa . Haga clic aquí para apoyar la causa.
Voy a Graysville, Pennsylvania, en busca de minas de carbón con el fin de tomar el pulso de las intenciones de Trump de reactivar esta industria ultra contaminante. Pero yo estaba lejos de sospechar que al viajar por las carreteras entre Washington PA, Graysville PA y Waynesburg PA, me encontraría ¡docenas y docenas de pozos de gas natural no convencional (por fracturación hidráulica)! El mapa interactivo de Fractracker Alliance muestra la gran concentración de pozos en el área del suroeste de Pennsylvania, gran parte de la cual en Graysville es propiedad de CNX Gas Company.
Es obvio, la estrategia de transición energética en Pennsylvania se basa en gran medida en pasar del carbón al gas natural, a través de la explotación intensiva de la formación geológica Marcellus, en las montañas Apalaches, lo cual resulta muy preocupante.
La coalición de activistas de Pennsylvania contra el fracking, así como aquella de los Residentes de las Apalaches contra los oleoductos, hacen todo por resistir.
El Reino Unido ha decidido recientemente suspender sus subsidios para nuevas centrales eléctricas de biomasa, un paso en la dirección correcta según grupos ambientales.
Considerada por algunos como una solución al cambio climático al permitir la transición energética y la eliminación gradual del carbón, la biomasa de la madera no puede considerarse una energía renovable, afirman varias organizaciones ambientales como la Alianza Dogwood. Al contrario, se ha convertido en el nuevo carbón, que alimenta principalmente las exportaciones a Europa, y cuya expansión debe ser frenada.
En el sureste de los Estados Unidos, se cortan bosques enteros de árboles maduros para satisfacer la demanda de granulados de madera, o "pellets", como se conoce en inglés. Aunque la industria sigue afirmando que utiliza solo residuos forestales, no duda en rasurar bosques enteros para abastecerse y seguir generando grandes ganancias.
Semejante tala de bosques es dramático, especialmente si se considera que cada árbol maduro puede capturar cerca de 25 kilos de carbono por año.
Como sostiene la Coalición Mundial por los Bosques, los bosques son nuestra mejor herramienta para enfrentar el cambio climático. ¡Hay que defenderlos! La producción de biomasa a partir de madera, la expansión de ganado para producción de carne, la producción de aceite de palma y los monocultivos de soja son los principales impulsores de la deforestación. Definitivamente debemos repensar nuestras formas de producir y consumir si queremos revertir la situación y responder a la emergencia climática.
Recientemente, más de 120 grupos en todo el mundo han declarado que la energía proveniente de la producción masiva de biomasa es una ilusión peligrosa.
Actualmente se libra una gran batalla contra el oleoducto Bayou Bridge en el corazón de la Cuenca de Atchafalaya, Louisiana.
Bajo el tema El Agua es vida, un campamento y varias acciones directas no violentas se llevan a cabo diariamente para retrasar la construcción del oleoducto.
Para apoyar financieramente su lucha, siga el enlace.
Mí recta final en los Estados Unidos sigue la orilla del Golfo de México, hasta llegar a la ciudad de Laredo, Texas, y ahí cruzar la frontera, no sin antes toparme en el camino con varios complejos enormes de gas natural líquido (GNL), como el de Sabine Pass.
Ubicado tan cerca de humedales protegidos, que albergan muchas especies de aves y atrae a los pescadores, me pregunto cómo semejante proyecto de construcción logró obtener su permiso.
Ahora se entiende mejor la razón de ser de todos estos proyectos de gasoductos que actualmente están desgarrando el territorio de los Estados Unidos: buscan llevar el excedente de la producción de gas a los puertos de GNL y garantizar su exportación al extranjero. ¿Pero a qué precio para el medio ambiente?
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Cientos de kilómetros se han acumulado gradualmente en mi cuerpo. Miles.
Empiezo a sentir la fatiga.
Nunca pensé que la expedición sería un placer, pero el camino lo desgasta a uno.
Sin duda subestimé el impacto de un ritmo demasiado rápido.
Día trás día cuando llega el atardecer, me queda poca fuerza para hacer un balance, ordenar y procesar las fotos que he podido capturar para hacer visible lo invisible.
Y cada día pide un nuevo comienzo.
En México, definitivamente trataré de adoptar un ritmo más razonable.
Nunca más un silencio tan largo.